... y otros cuentos, por Julio de Miguel Madrazo, ibm9001@gmail.com

Aquí tienes una breve reseña de mis cuentos en este blog y más abajo los encontrarás, por si te apetece leerlos.

Si quieres reproducirlos debes citar la fuente y mandarme un correo para añadir un enlace a tu publicación.

EL OBSERVADOR: Soy agnóstico, pero a veces siento necesidad de creer en algo. En este cuento reconcilio mis deseos con la realidad, mi inconsciente con la propia conciencia.

¡FELIZ CUMPLEAÑOS!: Es la historia de un astronauta chapado a la antigua, que tiene una última misión que realizar antes de cumplir la edad de pase a la reserva. Es algo largo, así que ten poco de paciencia y te recomiendo que sigas hasta el final. ¡Lo mejor de mis narraciones es cuando se terminan!.

NOTA: Me resulta curioso que a algunos os haya extrañado el nombre que le puse a la cibernauta que aparece en la historia, Verónica. No pretende ser ninguna alusión bíblica, simplemente ocurre que Verónica significa "auténtica imagen" y, por contraste, me pareció irresistible para alguien que practica las relaciones virtuales. Si habéis conocido a alguien en un chat ya sabréis de qué hablo.

ALGO PARECIDO A LA HISTORIA DE BUSCADOR: Es en esencia el cuento anterior reescrito desde otro punto de vista y de una manera muchísimo más breve. Podría decirse que es su conclusión, por lo que si queréis entender algo, es absolutamente preciso empezar por ¡FELIZ CUMPLEAÑOS!.

DJAN: Con él pretendo explorar el mundo de las relaciones virtuales, igual lo consigo, igual no, igual a ti te ha pasado algo parecido...

JUEGOS DE ORDENADOR: No es de ciencia ficción pero me gusta. En él hablo de una farmacéutica y de un informático. Guadalupe tiene las características de muchos compañeros míos. Es una profesional de la ciencia que desconfía de la tecnología. La usa porque no hay más remedio, pero prefiere el trato humano. Paco soy más yo mismo. Muy curioso, siempre con algún proyecto raro en la cabeza, deja volar su imaginación, le gusta la informática y madura sus ideas en la cama. Yo nunca sería capaz de hacer lo que Paco, pero he sido capaz de imaginarlo. No se si captas la idea.

El cuento lo escribí para presentarlo a un concurso. El premio literario anual de la Asociación de Farmacéuticos de las Artes y las Letras. Era el año 90, el colectivo de farmacéuticos estaba en plena discusión sobre la conveniencia de informatizarse o no. Aunque los dirigentes colegiales estaban convencidos, los "boticarios" tenían sus dudas y los auxiliares de farmacia estaban generalmente en contra. En medio de esta tesitura presenté mi cuento. Decidí impactarles. Creo que me pasé.

Una aclaración: He actualizado ligeramente el cuento para eliminar algunas cosas que se habían quedado obsoletas, pero no cambian en absoluto la filosofía de la historia. Por ejemplo, donde antes hablaba de "redes informáticas" ahora hablo de "Internet" (que en el año 90 no existía tal y como la conocemos hoy).

UN MOMENTO DE IRONÍA: Es un viaje más allá de la conciencia. No sé cómo describirlo mejor. No es muy largo así que preferiblemente lo lees.

ALICIA DESTERRADA DEL PAÍS DE LAS MARAVILLAS: En realidad es la crónica de un hecho que me sucedió hace casi veinte años y que escribí un año después. Entonces estaba estudiando Psicología y trataba a todos mis conocidos como pacientes y con un exceso de empatía. Perdón.

LAS PARAFILIAS, LA FIEBRE Y YO: Es otro de los escritos que recuperé de mi época de estudiante de Psicología, concretamente de los desahogos durante los exámenes. Puede que os parezca algo raro, pero os aseguro que los textos entrecomillados (en amarillo) estaban tal cual en la bibliografía con la que preparaba el tema. No he cambiado ni una coma, no es extraño que entre eso y la fiebre acabase delirando.

HiperVida: Cuando la virtualidad sólo se diferencia de la realidad en que es mejor... ¿qué límites tenemos por delante?.

¡¡¡NINGUNO!!!

martes, 22 de diciembre de 2009

Un momento de ironía

Todo retumbó a su alrededor y él recuperó la conciencia en un lento despertar. Pero no era un despertar normal, aunque tardó en darse cuenta de ello. No recordaba haber soñado y no podía abrir los ojos. Bueno, más que nada era como si no tuviese ojos que abrir. Hiciese lo que hiciese, le rodeaba una uniforme e impenetrable oscuridad. Intentó tocarse los ojos pero los brazos no le respondían. En realidad era como si tampoco tuviese brazos que mover...

Eso terminó de espabilarlo. ¿Dónde estaba?. No lo podía recordar, pero tendría que recuperar el control de su cuerpo para averiguarlo. Debería haber quedado dormido en una mala postura y ahora sus miembros insensibles no le respondían. Pero era muy raro, no recibía sensaciones, no sentía hormigueos en los brazos o en las piernas, no sentía la cabeza en la almohada, no sentía el peso de su cuerpo en el colchón. Tampoco sentía su respiración, ni los latidos de su corazón agitado por el nerviosismo que le produciría esta rara situación.

Pero es que no estaba nervioso. No tenía miedo. ¿Por qué no tenía miedo?. Si lo pensaba fríamente tendría que estar muy alterado y con el pulso acelerado hasta que el corazón pareciera saltarle del pecho, pero, comprobó otra vez, tampoco sentía el corazón...

No comprendía por qué no se agitaba en la cama y se despertaba gritando de esa pesadilla. Quizá porque no era una pesadilla. Quizá se había dado un golpe y estaba inconsciente, bueno, desmayado. ¿Qué sentiría entonces?. Tuvo que hurgar más en su memoria. Recordó que una vez, de pequeño, perdió el conocimiento. Según su madre fueron unos segundos pero él hubiera jurado que duró mucho más. Fue una experiencia intensa y cuando despertó zarandeado, entre los gritos y cachetes de la gente que le rodeaba, pensó que eso era un sueño y la realidad era el sueño del que lo acababan de sacar. Así que rechazó todo ese ajetreo y cerró los ojos para seguir con la otra vivencia. Eso desató una nueva oleada de gritos y zarandeos y volvió a la cruda realidad viéndose llevado en volandas a un centro de urgencias cercano. No recordaba qué era lo que soñaba, sólo lo desagradable que le pareció la realidad en comparación con la placidez de la experiencia imaginada.

¿Estaría viviendo ahora algo similar?, ¿estaría inconsciente y su cuerpo se negaría a volver a una situación desagradable?, ¿a qué situación?. No podía recordarlo. Quizá había sufrido un accidente y estaba tirado ahora en medio de una carretera sin que nadie se atreviese a tocarlo. ¿Un accidente de qué?, ¿de coche?, ¿de moto?... ¿tenía moto?. No se acordaba de eso y tanto esfuerzo mental le tenía que producir un gran dolor de cabeza, pero... no, definitivamente tampoco sentía dolor de cabeza. Su memoria, su instinto estaban asociando situaciones con las sensaciones que debería sentir, pero no sentía nada de eso, evidentemente estaba en una situación nueva ¿pero en cuál?.

La idea se hizo presente, aunque en realidad parecía que siempre había estado allí. ¿Y si no sentía nada porque no había nada que sentir?. ¿Y si lo único que funcionaba era su mente?. Su mente sin cuerpo ¿cómo?, ¿en un laboratorio?, ¿en un frasco, bañada en solución nutritiva a la espera de ser implantada en un nuevo cuerpo?. ¿Su cerebro en la estantería de un banco de órganos a la espera de encontrar un receptor adecuado?, ¿a la espera de que la tecnología avanzase lo suficiente para permitir una operación así?. ¿Sería posible que en todo ese tiempo nadie se diese cuenta de que su mente estaba activa?. ¿Cuánto tiempo?, ¿cuánto tiempo sumido en sus pensamientos?, ¿y cuánto tiempo llevaba así?. Sin sensaciones externas le resultaba difícil calcular. Sólo contaba con sus pensamientos, pero ¿cuál era la velocidad de sus pensamientos?.

Igual estaba en coma. ¿Qué se sentiría estando así?. Sabía que a los enfermos en coma les ponían música y sus familiares les hablaban porque se suponía que les hacía bien. ¿Pero se enteraban de algo los enfermos?. ¿Estaría su mujer a su lado hablándole de los progresos de sus hijos en la escuela?. O quizás su madre contándole cómo superó aquella gripe tan mala cuando era pequeño. Intentó prestar atención... nada. Era inútil, estaba solo o, lo que era prácticamente lo mismo, se sentía solo.

¿Qué podía hacer?. ¿Encomendarse a Dios?. No hubiese estado mal, si no fuera por el hecho de que no creía en Dios, aunque quizá fuese un buen momento para empezar. Después de todo a Dios se recurre en situaciones desesperadas y ésta bien podía ser una de ellas.

La religión, así en general, da respuestas a preguntas que no la tienen, o por lo menos que no son accesibles con los medios que en cada momento disponemos. Además da las respuestas que queremos oír. Eso la hace, por una parte tremendamente útil y por otra parte incuestionable. De ahí su éxito, de ahí que no la aceptase, aunque siempre estaría dispuesto a estudiar cualquier argumento que demostrase que no era una simple mentira tremendamente útil.

Pensándolo bien, podría estar ante el argumento que estaba esperando. Podría estar ante una experiencia "después de la muerte", una de esas historias que narran los que han estado en situación de muerte clínica y después han sido reanimados. Historias que, había que reconocer, coincidían en aspectos fundamentales, pero siempre había pensado que para eso habría una explicación más lógica que mística. Quizá durante la muerte neuronal en el cerebro producirían una serie de fenómenos que desencadenasen esas situaciones, la sensación de placidez, la visión en túnel y todo lo demás.

Así pues era eso lo que le estaba pasando. ¿Estaría ya muerto?. No recordaba lo que le había pasado, aunque tampoco le importaba. Curiosamente tampoco le importaba la situación de la familia y amigos que dejaba atrás. Era una sensación de placidez extraña, nada parecido a la felicidad, era simplemente ya no ser de este mundo.

Todo volvió a retumbar y esta vez comprendió que se trataba de su corazón. Un latido, igual que el que le despertó antes. Se sorprendió del proceso mental que había sufrido entre uno y otro. Con toda seguridad el último. ¿Qué vendría ahora?.

Delante se formó un punto luminoso y la oscuridad se curvó entorno suyo. Sin solución de continuidad se abrió paso la luz y se encontró rodeado de rostros conocidos, reviviendo imágenes pasadas y olvidadas, aunque con argumentos bien distintos.

- Siempre me gustaste. Si me hubieses dicho que querías salir conmigo te habría dicho que sí-. Le dijo Sara, aquella chica del instituto de la que se enamoró tan perdidamente que nunca se atrevió a contárselo. Era curioso, hacía siglos que la había olvidado.

Supo que había repasado las cosas que había hecho y las que habría podido hacer, sin que pudiese calcular el tiempo que le había llevado todo ello.

También supo que el proceso había terminado y que ahora podría contestar la pregunta que siempre le había intrigado "¿qué hay después de la muerte?". Había dos opciones. Que el túnel se apagase cuando muriesen las neuronas o que alguien viniese por él a buscarle y comenzase una realidad nueva.

De poder hacerlo habría sonreído, era una ironía que fuese lo que fuese no podría contárselo a nadie.

FIN

Juegos de ordenador

Guadalupe era farmacéutica por vocación, se había educado en la farmacia familiar sintiendo la profesión desde siempre. Vivía en un precioso pueblo con la gran suerte de conocer a la mayoría de sus clientes, los cuales tenían mucha confianza en ella y le pedían consejo cuando lo necesitaban. Le gustaba asesorar a la gente, aunque le molestaba que al salir del médico fuesen a la farmacia a que diese el visto bueno al tratamiento, más que a comprar los distintos específicos. Lo que no dejaba de satisfacer su orgullo, pero le colocaba en una situación un poco comprometida con el joven facultativo, que estaba intentando afianzar su posición desde su reciente llegada al pueblo.

Guadalupe apartó la mirada de la pantalla del ordenador y vio la gente que esperaba detrás del mostrador. En primera fila una de sus clientas la había liado en una búsqueda interminable, pues la señora después de rechazar todas las opciones que le había propuesto, se negaba a aceptar que el medicamento, de dudoso nombre que buscaba, quizás hubiese cambiado de formato o no se fabricase ya, y pretendía poco menos que examinar una por una todas las especialidades del almacén.

Estaban en época de fiestas, con la población cuadruplicada. El auxiliar le había pedido permiso para arreglar unos papeles. Estaba ella sola y parecía que medio pueblo se había citado en la farmacia. El maravilloso ordenador que se suponía le evitaría cualquier trance de este tipo, le iba dando datos con una lentitud pasmosa. Respiró profundamente unas cuantas veces y se secó las manos en la bata. Evidentemente estaba nerviosa, las letras le bailaban y cada vez que levantaba la cabeza veía más gente impaciente. Los ánimos se alteraban y un escalofrío mal disimulado recorrió todo su cuerpo cuando se dio cuenta de que el ordenador iba mal. Su lentitud no era una apreciación subjetiva y para confirmar sus temores se bloqueó al poco tiempo, negándose a obedecer ninguna orden desde el teclado.

Teniendo la farmacia totalmente informatizada desde hace más de un año y en su estado de ánimo actual, un fallo en el ordenador suponía unas molestias que no estaba dispuesta a aceptar. Después de disculparse con su clientela cogió el teléfono para llamar al servicio técnico. Se sintió momentáneamente aliviada al oír la línea ocupada porque se estaba pasando un pedido, el sonido característico le era familiar y eso quería decir que el ordenador no estaba estropeado del todo. Pero en todo caso no podría llamar al técnico hasta que terminase de pasar el pedido, lo que tendría que ocurrir inmediatamente.

Después de esperar unos momentos volvió a probar y siguió escuchando el soniquete del ordenador. Así varias veces en lo que le parecieron unos interminables minutos. Eso tampoco era normal. Su enfado le llevó a desconectar el ordenador para poder hablar por teléfono, pero lanzó un grito cuando al levantar el auricular siguió escuchando la transmisión de datos. Recordó que además del terminal del mostrador, lo que había desconectado, el ordenador central estaba en su despacho y tendría que apagarlo también. Al llegar vio un mensaje en la pantalla que decía "VOLCADO EN MARCHA, POR FAVOR ESPERE UN MOMENTO". Lo apagó de todos modos sin hacer caso del aviso. Pero... la transmisión seguía.

Guadalupe estaba perpleja, el aparato estaba apagado y no sabía que más podía hacer. Un cliente "enterado" aventuró la posibilidad de que el ordenador estuviese infectado por un virus. Lo mejor sería desenchufarlo y llamar al técnico. Eso hizo y efectivamente la transmisión se cortó. Inmediatamente llamó a los mayoristas para anular cualquier pedido pues había habido un fallo. Pero los mayoristas no tenían ningún pedido de su farmacia registrado esa mañana. "¿A quién transmitía pues el ordenador?". Lo mejor sería que llamase al técnico cuanto antes. Iba a levantar el auricular cuando el teléfono sonó. "¿Diga?" fue la última palabra que pronunció antes de caer muerta.

El médico llegó después de unos minutos y diagnosticó una parada cardíaca, probablemente debida a la tensión de los últimos momentos. Nunca imaginó que la frecuencia de la señal recibida por el teléfono podría interferir la actividad eléctrica cerebral y bloquear la transmisión nerviosa. Después de todo, nadie podía sospechar que alguien quisiese matar a Guadalupe; aunque en el pueblo aún se comente el caso y el hecho de que el ordenador nunca volviese a funcionar.


------



A Paco las ideas se le ocurrían siempre en la cama, consultando con la almohada. Por la noche pensaba mejor, su mente era más audaz. Si se dormía antes de resolver el problema en el que estuviese enfrascado, soñaba con él obteniendo en ocasiones resultados muy interesantes que anotaba mentalmente para recordarlos al despertar. Su plan se le ocurrió así.

Ahora lo tenía resuelto y, tendido en la cama, se limitaba a repasar los detalles para la puesta en marcha de su proyecto. Cuando hace ocho años su espíritu curioso le hizo comprar su primer ordenador, no sospechaba que su recién nacida pasión por la informática le llevaría tan lejos.

Su otra gran pasión, también alimentada por una gran curiosidad, se movía entre esos campos, difíciles de delimitar, que albergan la parasicología, el esoterismo, los ovnis, las ciencias ocultas, etc. Tenía una buena base de datos documental sobre temas de difícil explicación. Le gustaba intercambiar opiniones y participaba activamente en diversos foros que sobre estos temas se formaban en Internet. Aunque sabía que los datos verdaderamente interesantes estaban fuera de los aficionados, por muy especializados que fueran. Estaba seguro que gobiernos, sociedades secretas, e incluso la Iglesia, tenían datos suficientes para poner los pelos de punta a todo el mundo, y estas informaciones eran su objetivo. Para conseguirlos tendría que meterse en sus bancos de datos y ponerse a buscar, lo que no era tan fácil como se ve en el cine.

En primer lugar tendía que localizar las direcciones de las bases de datos (URL las llamaba él), intentar introducirse en ellas saltándose las claves de acceso y buscar la información que necesitaba sin que nadie supiese que un extraño había estado hurgando en informaciones clasificadas. Para ello, desarrollando sus conocimientos sobre inteligencia artificial, había creado un programa (un robot de búsqueda) que se movía por la red localizando este tipo de bases de datos. Cuando encontraba una intentaba establecer un diálogo analizando protocolos de transmisión, claves de acceso y tipo de información almacenada. Acto seguido grababa estos datos y proseguía la búsqueda. Esto supondría una primera criba que según los resultados ayudaría a Paco a orientar la investigación, que paso a paso se iría haciendo más fructífera, o por lo menos eso esperaba.

Todo esto supondría una astronómica factura de teléfono que Paco no estaba dispuesto a pagar. Su experiencia sobre el tema le indicaba que lo mejor era interceptar el recibo de Telefónica en el banco y darlo por pagado sin modificar su saldo. Naturalmente, a estas alturas el ordenador de su sucursal bancaria tenía muy pocos secretos para él. Pero en esta ocasión tendría que doblar las precauciones, por lo que lo mejor era efectuar las llamadas desde otro ordenador que haría de enlace y tapar él las facturas generadas. Para el caso de que el proceso se descubriera, lo mejor sería que el propietario del ordenador de enlace no supiese nada del tema y aquí es donde venía la fase más delicada de su plan.

Tenía que buscar un ordenador de suficiente capacidad, que estuviese conectado telefónicamente y cuyo usuario tuviese pocos conocimientos de informática para que no detectase las modificaciones que tendría que hacer en el aparato. Un amigo que trabajaba en un mayorista farmacéutico le proporcionó una lista de las farmacias que estaban informatizadas y, después de una cuidada selección, eligió la farmacia de Guadalupe.

Un día se presentó en ella como miembro del servicio técnico de la compañía instaladora del ordenador. Argumentando que en el mayorista se habían detectado unos defectos en la transmisión de datos, tuvo acceso al ordenador sin que se comprobase ninguno de estos supuestos. Casualmente en los pedidos de los últimos días había habido algunos errores que, como siempre, se achacaban al ordenador.

Con toda tranquilidad Paco instaló un segundo disco duro para su uso exclusivo y metió en él su programa de búsqueda. Conectó al modem interno un dispositivo que arrancaba el ordenador al recibir una llamada telefónica con un código determinado y luego se desconectaba automáticamente según instrucciones predeterminadas.

Por último modificó el protocolo de comunicaciones telefónicas, explicando a Guadalupe que los fallos se debían a un defecto del modem. Que así no habría ningún problema, aunque el estaría pendiente y si notaba algo raro volvería para solucionarlo. La farmacéutica se quedó encantada y él se aseguraba el acceso al ordenador sin ningún problema.

Las cosas iban mucho mejor de lo que esperaba. Esa misma noche Paco probó su instalación. Como esperaba, al cerrar no habían quitado la corriente pues en una farmacia la nevera ha de estar siempre en marcha. Así que el ordenador respondió al instante a su llamada. Le pasó una veintena de direcciones de bases de datos y las instrucciones para que trabajase con ellas esa noche.

Cuando al día siguiente, después de la jornada laboral, se puso en contacto con la farmacia para comprobar los resultados de la anterior investigación, se sintió un poco defraudado. Su programa sólo había podido entrar en una base de datos que no parecía tener informaciones de demasiada importancia. En el resto el acceso había sido denegado.

En las sucesivas noches que la farmacia no estuvo de guardia examinó esta base de datos analizando minuciosamente su protocolo de transmisión. Emulando dicho protocolo, en otras palabras haciéndose pasar por dicha base de datos, volvió a intentar el contacto con las redes que antes le habían denegado el acceso, consiguió entrar en algunas más y así, repitiendo el proceso, empezó a recibir más datos de los que podía manejar. Dejó que su programa, noche tras noche, fuese interrogando las distintas bases, recopilando informaciones para después examinarlas con tranquilidad.

La investigación llegó a obsesionarle. Apenas dormía intentando encajar datos. Una mañana, después de pasar toda la noche cotejando detalles, decidió ponerse en contacto con el ordenador de Guadalupe cuando faltaba menos de media hora para abrir la farmacia. Tenía que comprobar unas cosas y después podría seguir trabajando. En cuanto accedió se dio cuenta que alguien más había estado hurgando en las memorias. Pensó que Guadalupe le había descubierto. Quizás el verdadero servicio técnico había revisado el ordenador. Pero no, no era eso. Era un trabajo muy sutil, no borraron nada, pero habían cambiado las informaciones de algunos ficheros. Intentaron entrar en su programa de búsqueda y, aunque creía que no lo habían conseguido, modificaron el sistema de arranque para tratar de ponerlo en marcha.

Una fina capa de sudor helado cubrió su piel. Estaba asustado. No sólo le habían descubierto hurgando en informaciones evidentemente secretas e importantes, además consiguieron seguirle los pasos telefónicamente hasta el ordenador de Guadalupe. No sabía lo que su programa había descubierto esa noche, por lo que ignoraba quién había podido manipularlo, pero implicaba unos medios y un interés en localizar al intruso que le aterraron. ¡Tenía que borrar sus huellas!. Lo primero era volcar todos los datos del ordenador de Guadalupe al suyo, lo que llevaría bastante tiempo. Después formatear su disco duro en la farmacia para eliminar todo rastro. Por último borraría del ordenador de Telefónica los registros de sus llamadas. Con todo eso era imposible que le localizasen. Si se ponían en contacto con Guadalupe verían que ella no tenía nada que ver con el tema y él se tendría que contentar con las informaciones obtenidas hasta ese momento, que por lo visto no eran pocas.

Paco estaba ya más tranquilo y nuevamente enfrascado en el rompecabezas que suponían todos los datos que manejaba. Había dado orden al ordenador de la farmacia de que procediese al volcado de los datos con prioridad sobre su tarea primordial, lo que esperaba no produjese demasiados trastornos en el establecimiento. No se enteró de los problemas que Guadalupe tuvo esa mañana, ni de que desenchufó el ordenador a mitad del proceso, ni de la llamada asesina que recibió después. Tan concentrado estaba que, cuando alargó la mano para coger el teléfono que sonaba, no cayó en que la línea tenía que estar teóricamente ocupada con la comunicación entre los ordenadores. Nunca sabría ya que su sistema informático estaba totalmente inutilizado, ni por qué, ni cómo... aunque habría muerto más satisfecho de haberlo sabido.

FIN

Djan

- Djan, estoy recibiendo una llamada particular para ti -anunció Sig, el ordenador.

- Gracias, ¿de quién es?.

- No se identifica.

- Sig, todas las llamadas vienen identificadas.

- Ésta no.

Era muy raro, despertó su curiosidad y de todos modos no perdía nada por aceptarla. Encogiéndose de hombros dijo:

- Bueno, muéstrala.

Acto seguido en la pantalla apareció la palabra "HOLA".

Djan parpadeó perplejo, esperaba un holograma como era habitual o, como poco, una imagen de vídeo con su audio correspondiente. Ya nadie se dedicaba a mandar mensajes por escrito.

- Sig, ¿hay algún problema?, ¿y la imagen?.

- No parece haber ningún problema, pero sólo llega texto.

- Bueno, traduce mis palabras, no tengo ganas de escribir.

- Hola, ¿estás ahí? -volvió a aparecer en la pantalla.

- Sí, aquí estoy. ¿Quién eres? -preguntó Djan.

- Si interrumpo algo me lo dices, no me gusta molestar.

La verdad es que tenía bastante trabajo pendiente, pero no corría mucha prisa. Se dedicaba a hacer mediciones por diversos puntos de la galaxia. Una cosa necesaria pero monótona, lo más emocionante que le había pasado en el último mes era haber encontrado, cerca Cygnus-1, una concentración anormalmente alta de taquiones, lo que habría que investigar teniendo en cuenta la proximidad del agujero negro.

Solo en su nave, había aprendido ciertos trucos para conservar la cordura. Procuraba mantenerse frecuentemente en contacto con familiares y amigos. Y, sobre todo, charlaba a menudo con el ordenador de la nave. Le llamaba Sig, en memoria de Sigmund Freud, el fundador del psicoanálisis. Le hacía aparecer en un holograma con gafas de aro y barba blanca, adoptando incluso la personalidad de un psicoterapeuta, cosa que el ordenador podía hacer perfectamente. Estaba convencido de que sus largas sesiones de charla le ayudaban, curiosamente, a mantener el contacto con la realidad.

Pero todo tenía un previsible aire de cotidianeidad del que esta llamada le había sacado, así que era normal que, sin darse cuenta, cada vez estuviese más interesado en ella.

- No, no interrumpes nada. ¿Quién eres?.

- Vale. Soy yo, ¿tienes un ratito para charlar?.

Se sintió defraudado, hizo un rápido repaso mental de sus conocidos y no creía que ninguno le hablase así. Debería ser un error, la llamada no era para él.

- Perdona, pero me parece que te has confundido, creo que no nos conocemos.

- No, no me he confundido, quiero hablar contigo -escribió la pantalla.

- ¿Nos conocemos?.

- Claro, no podríamos estar charlando así si no nos conociésemos.

- Dime entonces quién eres -preguntó Djan.

- Soy quién tú prefieras que sea.

- Sig, ¿me estás gastando una broma?.

- ¿Quién es Sig? - preguntó la pantalla.

- ¡Sig!, no transcribas lo que te pregunto a ti -dijo Djan.

- Perdón, ha sido un proceso automático -se justificó el ordenador.

- Sig es mi ordenador -explicó Djan.

- ¿Prefieres hablar con el ordenador a hablar conmigo?.

- ¡No!, no es eso -en su voz había cierto tono de alarma y se preguntó si eso habría quedado transcrito-. Es que me estás liando y ya no estoy seguro de con quién hablo.

- No quiero molestar, será mejor que te deje.

- ¡No!, no te vayas, sólo dime quién eres.

- ¡Pero si ya te lo he dicho!.

- No me sirve.

- ¿No te gusta imaginar? -preguntó la pantalla.

- Sig, no traduzcas esto -se aseguró Djan.

- Entendido- respondió el ordenador.

- ¿Puedes localizar la llamada?.

- Ya lo he intentado, pero no lo consigo.

- ¡Eh!, ¿sigues ahí?- se impacientó la pantalla.

- Sí, claro -respondió Djan- es que me despistas.

- ¿Por qué te interesa tanto saber quién soy, si aquí nadie es lo que parece?.

- Sospechaba que algún amigo me estaba gastando una broma.

- ¿Y?.

- Ahora sé que no te conozco- afirmo Djan.

- ¿Ves como te contradices?. Dices que no me conoces, pero sabes suficientes cosas sobre mí como para pensar que no estoy entre tus amistades.

- ¿Por qué has decidido llamarme?.

- Porque me gusta hablar contigo, porque eres diferente. ¡Ah! y porque sé que a ti también te gusta hablar conmigo.

- ¡Pero si no nos conocemos!.

- ¿Otra vez con lo mismo?- protestó la pantalla.

- Vale, vale, ya sé. No insisto. Pero dime, eres una chica ¿no?.

- ¿Qué prefieres?.

- ¡Aaaaah no!, por ahí no paso. Puede que a ti te guste este juego pero yo necesito saber a quién me dirijo.

- Está bien. Sí, soy una chica, pero eso ¿qué más da?.

- Para mí es importante- respondió Djan.

- ¿Hará eso diferente nuestra amistad?.

- Mira, la amistad no tiene sexo, la relación sí. Uno no habla igual con un hombre que con una mujer. Me explico, ¿no?.

- Sí, pero creo que por aquí no tiene mucho sentido. En realidad podría ser un hombre y engañarte. Si lo hago bien tú no notarías la diferencia, así que ¿qué más da?.

- ¿No me estarás engañando?.

- No -le tranquilizó la pantalla-, sólo digo que aquí no es tan importante.

- ¿Sabes?, todo esto ocurre porque no podemos vernos ni oírnos. ¿Por qué no dejamos ya de escribir y establecemos una comunicación normal?.

- Porque así me ves y me sientes de verdad.

- No te entiendo.

- Pues es muy simple. Así me puedes ver con la imagen que tú prefieras y oír con la voz que más te guste. ¿No me dijiste que te gustaba imaginar?.

- Quiero verte -insistió Djan.

- Cierra los ojos y mírame.

- ¿Cómo te llamas?.

- ... Altair. ¿Y tú?.

- Djan. ¿Cómo te puedo volver a encontrar?.

- Yo te llamaré

- ¿Seguro?.

- ¿Te he engañado alguna vez?.

Djan sonreía cuando Sig anunció: "La otra parte ha cortado la comunicación". Y no dejó de pensar en Altair en todo el día.

Y efectivamente ella no mintió. Al día siguiente volvió a llamar. Y al otro, hasta que sus conversaciones se convirtieron en algo habitual. Siempre escribiendo, siempre huidiza. Inteligentemente, nunca se dejó atrapar por las disimuladas preguntas con las que Djan pretendía conseguir informaciones adicionales sobre su identidad. Consciente o inconscientemente, se resignó a que lo único que sabría sería lo ella quisiese contarle. Y la verdad es que le contaba muchas cosas. Adquirieron una enorme confianza que les llevaba a confesarse detalles tan íntimos que nunca había comentado a nadie. Era una sensación muy extraña, por una parte no sabía quién era, por otra tenía la sensación de haberla conocido siempre. Incluso en muchas ocasiones parecían adivinarse mutuamente el pensamiento.

Desde que charlaba con Altair habían disminuido sus sesiones de psicoanálisis con Sig. Sencillamente se lo contaba a ella, sus consejos eran menos profesionales pero mucho más humanos. Djan sentía que la necesitaba y al mismo tiempo sabía que ella le necesitaba a él de idéntica manera. Esta simetría hacía aún más agradable la relación.

Se dejó de preocupar por su identidad, o su aspecto, o por cómo localizarla. La mayoría de las veces parecía bastar pensar en ella para que Sig anunciase su llamada. Aunque quizás fuese que pensaba en ella bastante más de lo que él mismo reconocía. Tenía muchos ratos de tediosa monotonía, así que aprovechaba sus llamadas para hacer un agradable alto en sus actividades. Se sentaba en la sala de observación y disfrutaba de la cambiante visión del espacio mientras dictaba a Sig sus respuestas.

Allí estaba. Había llegado el día anterior a Puerto Arturo, una estación espacial en órbita de la estrella del mismo nombre. Había que hacer unas tareas de mantenimiento en la nave, pero lo supervisaba Sig, así que tenía unos días de ocio. De hecho, la estación obtenía sustanciosos beneficios a costa de los astronautas, quienes por fin tenían ocasión de gastar en ella el sueldo de meses. En la estación se podía encontrar de todo.

Djan prácticamente no había dormido la noche anterior y ahora disfrutaba contemplando tranquilamente la puesta de Arturo tras los anillos de Arturo-5, el gigante gaseoso más espectacular de la galaxia. Sig le anunció la llamada de Altair.

- ¡Hola cariño! -dijo Altair- ¡me gustaría que estuvieses viendo esto!, es precioso.

- ¡Hola Altair!, ¿qué estás viendo?.

- Estoy viendo la puesta de una estrella tras los anillos de un planeta gaseoso. Nunca me acostumbraré, de verdad. ¡Hay unos matices...!. La superficie del planeta se vuelve hipnótica y los rayos parecen jugar con los anillos. Es como una explosión de colores. Es como...

Djan tenía el pulso acelerado y la boca abierta por la sorpresa. En un principio pensaba decirle "¡Qué coincidencia!", pero luego se dio cuenta y no se lo podía creer. Por primera vez no escuchaba a Altair y en su mente se barajaban montones de argumentos. Hay millones de estrellas, muchas tienen gigantes gaseosos. Si las estrellas son de una magnitud considerable, sus rayos parecen jugar con las complicadas atmósferas de estos planetas y si tienen anillos el efecto se multiplica. No tenía ningún dato fiable, pero imaginaba que habría miles o incluso millones, de posibilidades de que Altair estuviese viendo la puesta de cualquier otra estrella. Se estaba diciendo todo esto cuando la interrumpió.

- Altair, ¿dónde estás?.

- ¿Qué?.

- Que dónde estás.

Altair tardó unos segundos en contestar en lo que Djan interpretó como un titubeo.

- En mi nave, claro, pero estoy viendo...

- ¿Has atracado ya en la estación?.

Nueva pausa.

- Djan, tengo que cortar.

- Vale. En la cubierta 3 hay un bar en el que la vista es todavía mejor. Tengo una mesa reservada junto a la ventana oval, la reconocerás en cuanto la veas. No tiene pérdida. Te espero, pero no tardes mucho.

Era la primera vez que tomaba la iniciativa, el corazón le iba a saltar del pecho.

- Djan, te confundes, estoy en la nave. No sé de qué bar hablas, ni de qué estación.

- Venga. Ha sido una coincidencia, no lo hemos buscado, pero si estás en la misma estación que yo tengo que verte. Compréndelo, si no aprovechamos esta oportunidad probablemente no se nos volverá a presentar otra.

- ¿Pero cómo...?.

- Altair... -apremió Djan.

- Tengo miedo.

- Yo también. Te espero.

Salió disparado, no tenía prisa pero simplemente no podía estar quieto. No dijo nada a Sig. Él había sido testigo de todo.

Prescindió de transportadores y elevadores. Fue caminando, buscando la soledad de escaleras y corredores. Necesitaba tranquilizarse. Respiraba lenta y profundamente. ¿Por qué estaba nervioso?. ¿Qué esperaba encontrar?. De Altair tenía sensaciones, cariño, ternura, inteligencia, comprensión... Indudablemente la quería, pero su cariño no estaba asociado a una imagen. No se sentiría defraudado fuese como fuese. Sólo quería experimentar las sensaciones que le faltaban. Sentir su mirada, el tacto de su piel, el sonido de su voz...

No servía de nada, se seguía sintiendo nervioso. Quizás tenía miedo de la evaluación que Altair pudiese hacer de él. Se repasó y se recriminó por no haberse cuidado lo suficiente en las temporadas que pasaba solo en la nave. Bueno, ya no tenía remedio. Además estaba seguro que Altair no se fijaría sólo en su aspecto físico.

Llegó al bar. Miró alrededor. Había varias chicas, alguna sola, pero ninguna tenía el aspecto de buscar a alguien. Fue a su mesa y se sentó mirando más la sala que la vista. Pidió un té frío que era la especialidad de la estación. Una bebida carbónica y refrescante que entonaba las resacas. Aunque si tenía resaca, la llamada de Altair la había hecho desaparecer, pero de todos modos le vendría bien para tranquilizarse.

Se estuvo fijando en todas las mujeres que entraban. Podía haberle preguntado, qué aspecto tenía o cómo iría vestida, pero eso la hubiese puesto más nerviosa. Iba descartando a todas, hasta que la vio. Enseguida supo que era ella. Entró tímidamente y se quedó buscando con la mirada a tres pasos de la puerta. Localizó la ventana y sus miradas se cruzaron. Esbozó una sonrisa y se acercó sorteando las mesas. Se encontraron a mitad de camino. Los ojos fijos el uno en el otro. Un beso en la mejilla. Se sentaron prácticamente sin tocarse.

- ¿Qué tomas?.

- No sé -dijo Altair-. ¿Qué tomas tú?.

- Un té frío, es típico de aquí.

- Pues lo mismo.

- Gracias por venir.

- Estoy asustada, no pensaba nunca conocerte en persona.

- Yo tampoco... ¿Estás decepcionada?.

- ¡No!, no, no es eso -se apresuró a contestar Altair-. Sólo es que aún estoy sorprendida. ¿Cómo supiste que estaba aquí?.

- Era demasiada coincidencia que los dos estuviésemos contemplando el mismo panorama al mismo tiempo... Demasiada coincidencia, incluso para un universo tan grande. En el fondo fue una corazonada. Sabía que algún día nos encontraríamos.

- ¿Sí?.

- Sí Altair. Inconscientemente no podía aceptar que tuviese tanta confianza con alguien que no conocía y que no pudiese conocer nunca.

Puso su mano sobre la de ella, pero notó como se retraía. Altair estaba violenta. Djan la retiró y dejó que sus ojos hablasen. Su nerviosismo iba en aumento. Mental y emocionalmente se habían explorado a fondo, en cambio, en el plano físico eran unos perfectos desconocidos. No sabían cómo actuar. Igual se había precipitado, igual había sido un error...

De hecho parecía que les hubiesen acabado de presentar. Estuvieron hablando de cosas superficiales. Buscando temas para evitar los embarazosos silencios que se producían de cuando en cuando. Risas nerviosas..., el tiempo pasaba. ¡Qué fácil es hablar sin mirar a alguien!, ¡qué libertad se siente sin conocerlo!. Ahora todo parecía inhibición...

Un silencio. Altair parecía estar buscando una excusa para despedirse. Djan estaba abrumado. De repente los sentimientos rompieron las barreras que los sujetaban y se dejó llevar por ellos. Se levantó y fue hacia Altair que le miraba sorprendida. La reunión estaba fracasando porque se estaban dejando llevar por los convencionalismos, olvidando que ellos ya se conocían profundamente.

Tomó las manos de la muchacha y le hizo levantarse de su asiento. La acercó hacia él y la abrazó. Ella, tensa, se dejaba abrazar sin responder, un poco avergonzada porque varias personas del bar les miraban.

- Altair, soy yo.

Ella le miró como si hubiese acabado de despertar. Se abrazó fuertemente a él sin poder reprimir las lágrimas.

- ¿Qué nos ha pasado?.

- Nos falta costumbre -respondió Djan-. No sabemos vernos ni tocarnos. Hemos sido capaces de transmitirnos sentimientos sin pudor, de una manera sincera y desinteresada, sin que pesase sobre ello nuestra propia realidad. Al vernos, al poder tocarnos, nos ha fallado nuestro sistema de comunicación habitual.

- Me encontraba mal, quería irme...

- Probablemente lo hubiésemos arreglado enseguida, la próxima vez que hablásemos -le quitó importancia Djan.

- Nunca me hubiese perdonado haber perdido la oportunidad de abrazarte.

- Ahora nos llevamos un recuerdo, una imagen, un tacto, un olor...

Estuvieron hablando bastante tiempo. Comunicándose sin miedo al contacto. Salieron del bar cogidos de la mano y se despidieron con un tímido beso en los labios. Altair ya se tenía que ir. Se miraron por última vez y por última vez fueron ellos mismos...

Pasaron varios días. Djan no entendía nada.

- Sig, ¿cómo puede alguien pretender entender lo que piensa otra persona?.

- ¿Altair?.

- Altair, sí. No somos los mismos. Hablábamos sin conocernos y teníamos muchísima confianza el uno en el otro. Luego, cuando nos vimos, parecíamos no reconocernos. Cuando por fin rompimos esa barrera todo fue perfecto. Pero ahora, cuando hemos superado lo más difícil, ahora..., ahora nada es igual. A veces tampoco la reconozco, no sé con quién estoy hablando...

- ¿Ella qué piensa?.

Sig tenía todas las conversaciones registradas en memoria, pero disimulaba y daba un aire de confidencialidad. Djan lo sabía, pero se sentía más cómodo.

- Creo que lo mismo que yo, pero no estoy seguro. Se lo he preguntado directamente pero dice que no pasa nada, que todo sigue igual. ¿Tú crees que se decepcionaría al verme?.

- Puede ser. ¿Te decepcionaste tú?.

- No, nada de eso. No tenía una imagen prefijada, sólo sensaciones, afecto, cariño..., todo eso se mantuvo. Su aspecto no me importaba..., aunque es muy guapa.

- ¿En qué ha cambiado entonces tu imagen de ella?.

- Tengo los mismos afectos, pero su imagen ahora está definida. Veo su rostro, oigo su voz... Ahora es todo real, antes me faltaba eso.

- Entonces...

- No entiendo.

- Tú mismo lo has dicho -afirmó Sig.

- Claro..., me refiero a que..., ¡¡¡Ah!!!. ¡Imaginación!, ahora no necesitamos la imaginación. Pero, ¿tú crees que eso es tan importante?.

Sig sólo se limitó a devolverle la mirada.

- Ya no necesitamos imaginar -continuó Djan-. Nos ha pasado como al niño que sueña con un juguete hasta que al fin lo posee. Desde ese momento ya no necesita soñar más. Se pierde el interés.

- No tan crudo, pero algo así.

- Claro, claro... Era un símil para aclararme yo. En la virtualidad impera la imaginación, si eso falla, falla todo. Es eso, ¿no?.

- Me temo que algo de eso puede ser, sí.

- Es muy duro, Sig. ¿Las amistades de la virtualidad no pueden pasar a la realidad?.

- La amistad claro que sí, la magia parece que no. Ahora Altair y tú sois buenos amigos, lo que habéis perdido es el misterio de antes. Tienes que valorar qué prefieres si la amistad real o la magia virtual.

- Mmmm, sigue siendo duro. Un enigma sin solución. Cuando nos vimos nos costó pasar del mundo virtual al real y ahora la experiencia real nos impide recuperar la antigua virtualidad.

Djan estaba triste. Sus últimas palabras fueron apenas un susurro. Sig tuvo que leer sus labios para entenderlas.

- Amistad o magia... ¿Tú con qué te quedarías?.

FIN

Algo parecido a la historia de Buscador

Al principio había gas y no existía el tiempo, sólo una nube etérea. Luego, muy poco a poco, las partículas se fueron concentrando en pequeños torbellinos que aumentaban lentamente, en cada revolución. Apareció un núcleo y varios planetas a su alrededor y él era uno de ellos. Giraba una y otra vez, atrapado en un carrusel sin final, creciendo en cada vuelta.

Y el núcleo, cuando llegó su momento, se encendió y se convirtió en una estrella que le calentó. Y su interior empezó también a reaccionar. Y cuando llegó su momento también él despertó. Y el tiempo comenzó a correr y él comenzó a sentir y supo que existía. Y sintió algo parecido al miedo y se asustó.

Vueltas y más vueltas. Todo seguía igual. Se calmó y se examinó. Y tuvo conciencia de sí mismo y del exterior. De la fuente de calor que le retenía, iluminaba y caldeaba. Y también tuvo conciencia del frío exterior por el que se movía. Y se supo diferente y sintió algo parecido a la soledad.

Sentía calor, sentía la fuerza de la gravedad que le unía a los otros objetos, sentía las corrientes eléctricas que manaban por su interior y las que le llegaban de fuera. Eran sus tres sentidos. Sin lugar a dudas los sentidos más importantes de todo ser. Y aprendió a usarlos y los aguzó. Y buscó a alguien más y no lo encontró. Y sintió algo parecido a la tristeza.

Y giró y giró, pues siendo el único ser, no podía si no seguir existiendo. Y sintió algo parecido a la resignación.

En una vuelta, a su superficie cayó un extraño objeto que empezó a desplazarse con enorme rapidez, a arañar y a llamar. Y sintió algo parecido a la curiosidad.

Y el objeto le llamaba y él le sentía, aunque no le entendía. Y sintió algo parecido a la alegría.

Y le respondió y el objeto pareció comprenderle y le habló más lentamente, abandonando el tono embarullado del principio. Y supo que había alguien más. Y sintió algo parecido a la amistad.

Y aprendió que había otros seres distintos a él, que venían a hacerle compañía. Y sintió algo parecido a la gratitud.

Y siguió girando y aprendiendo. Conociendo que había otros seres como él que aún no podían pensar y otros seres muy distintos que pensaban como él. Y estuvo contento. Y sintió algo parecido a la esperanza.

FIN

¡FELIZ CUMPLEAÑOS!

Año 2457. Mes de Marzo.

Día 15

Era curioso que se hubiesen acordado de él para esta misión. Estaba a punto de cumplir los 41 años, la edad del pase a la reserva para un astronauta. Era el más veterano de la plantilla, una plantilla, todo hay que decirlo, cada día más mermada. Ya casi no se necesitaban astronautas. Podía decirse que la profesión de aventurero espacial se jubilaría con él dentro de unos días. Ya no eran necesarios. Quién iba a decir unos años atrás, que el descubrimiento de la teleportación instantánea, al mismo tiempo que poner el universo a la disposición del hombre, suprimiría también la necesidad de mantener una dotación de astronautas especializados. Y es que estos viajes ya no eran como los de antes y de las naves espaciales para qué hablar.

Las naves eran una especie de laboratorios portátiles presurizados, sin ningún indicio de motores, ni forma aerodinámica, ni nada de nada. El interior podía variar según la misión, lo único permanente era un ordenador central que asimilaba las coordenadas espaciales de cada molécula de la nave en el punto en que estaba y acto seguido las fijaba en el punto al que se querían desplazar. ¡Y ya está!, ya habían viajado. ¿Quién necesita un piloto para una mierda de nave así?.

Y las comunicaciones lo mismo. Olvídate de los 300.000 kilómetros por segundo. Ahora podías hablar de un lado al otro del universo como si estuvieses en la misma estancia y hacer llegar cualquier objeto con la misma facilidad. Claro que el que fuese fácil no quería decir que fuese barato. De hecho el transporte material sólo estaba al alcance del gobierno de la "Federación Estelar", el resto de los mortales se tenía que conformar con la transmisión de información mediante la Red Estelar (StarNet), aunque la holografía y la realidad virtual estaban tan avanzados que hacían suficientes este tipo de intercambios para la mayoría de los intereses particulares.

Estaba hablando con su mujer cuando notó un ligero topetazo, lo que no era normal, pero no le dio ninguna importancia. Luego la sensual voz femenina de Hal, el ordenador de la nave, les interrumpió:

- Perdona Arik, pero ya hemos llegado.

- Gracias Hal. Ya termino.

- Bueno cariño -continuó diciendo a su mujer-, será cuestión de ponerse manos a la obra. No sé para qué me han hecho venir. Es una misión de rutina que se podría haber realizado perfectamente desde el centro de control.

- Eso es que querían que te dieses una última vueltecita antes de quedarte en tierra. Cuando regreses no te olvides de darles las gracias.
- ¡En eso estaba pensando!. Adiós cariño.
- Te quiero -le dio un beso y se soltaron las manos. Inmediatamente la mujer desapareció.

- Bueno Hal, veamos el exterior.

Era un romántico. Hal 9000 fue el primer ordenador famoso por sus habilidades para pensar y poder llevar él solo una misión. Se trataba de un personaje de ficción, pero él había remediado tal contratiempo bautizando como Hal al ordenador de la nave. Su Hal tenía una voz femenina que siempre parecía susurrarle al oído. Y si le pedía que apareciese lo hacía como el holograma, indistinguible de la realidad, de una chica de treinta y tantos años, rubia, con poco pecho y ojos azules. La mujer ideal de su adolescencia, cuyo arquetipo conservaba como una broma más que como un deseo real.

Las paredes y todo el interior de la nave se difuminaron y de repente se vio en el exterior. Este efecto óptico había aterrorizado a más de un cadete novato a los que sus sentidos habían traicionado, haciéndoles pensar por un instante que estaban expuestos al inhóspito medio que les rodeaba.

Un desierto agreste y rojizo apareció a su alrededor, con dos promontorios muy cerca de ellos y un ancho valle al otro lado.

- ¡Que asco de planeta!. ¿Seguro que estas eran las coordenadas de aterrizaje?.

- La verdad es que no -respondió Hal-, pero este planeta tiene una anomalía en su órbita con la que no contábamos. La estoy analizando en breve te podré dar más datos.

- ¡Pues empezamos bien!, por poco nos comemos esos dos promontorios. ¿No te puedes desplazar a ese valle?.

- No sin conocer todos los detalles de la órbita. Sin ellos no puedo establecer las coordenadas de llegada y volvemos a correr el mismo riesgo.

- ¡Perfecto! -dijo con resignación-. ¿Alguna alegría más?.

- Los datos de temperatura, gravedad, etc, son los que esperábamos. Sin embargo la actividad electromagnética no es normal.

- ¿Pero quién coño ha elegido este planeta?. ¡Y mi mujer quería que les diese las gracias por mandarme aquí!. -Respiró hondo- Me da miedo preguntarlo, pero... ¿hay algo más?.

- No Arik, estate tranquilo. Sólo tengo que analizar los datos orbitales y ver la causa de la anomalía electromagnética. Dame tiempo y lo tendré todo bajo control.

- Vale, pero ten en cuenta que el 23 tenemos que estar de vuelta.

- Lo intentaré.

- Nunca te pillas los dedos ¿eh?. Venga, ponme con el control de la misión.

- ¿Te había comentado que no tenemos comunicaciones?.

La barbilla se le quedó colgando en una mueca poco inteligente mientras miraba, sin ver, los vehículos de superficie que Hal estaba mandando a colocar los sensores, que eran el objetivo fundamental de la misión.

- ¿Cómo que no tenemos comunicaciones?. ¡Nunca fallan las comunicaciones!, ni durante el salto. Cualquier imbécil lo sabe.

- De hecho durante el salto tampoco hay comunicaciones, pero como es instantáneo...

- ¡No me vengas con lecciones ahora! -interrumpió Arik-. ¿Por qué no tenemos comunicaciones?.

- Creí que lo habrías entendido. La órbita es anómala, no puedo calcular nuestra posición con exactitud. Y no podemos mandar ni recibir nada mientras no especifiquemos los datos del origen y destino de la transmisión.

- Trabaja con ello o te juro que te desconecto. ¿Quién me mandaría ponerte Hal?.

- Me tendrás que enseñar antes la canción de Daisy.

- ¡La conoces perfectamente!. Cierra el pico y trabaja.

No estaba asustado ni enfadado, los dos lo sabían, pero de vez en cuando le gustaba hablarle así a Hal, le hacía sentirse más dueño de la situación y a ella no le importaba. Además te seguía dando todas las malas noticias sin perder la compostura y con la misma cálida voz. De todos modos era una paradoja que en su última misión fuese a tener una verdadera aventura que contarle a sus nietos, aunque quizás sería mejor plantearse primero la idea de tener hijos.

Al cabo de un par de horas de comentarios sarcásticos (a él le distraían y a Hal no le afectaban en su rendimiento) el ordenador le anunció que ya estaban restablecidas las comunicaciones y que tenían una llamada de Control.

- Bien, hazme aparecer con traje de vuelo -dijo Arik tocándose la cara-. ¡Ah! y afeitado.

Arik, permaneció en calzoncillos y con el rostro ligeramente sombreado por los pelillos que comenzaban a salir, pero al otro lado recibirían la imagen de un apuesto piloto de película, recién afeitado y sin ojeras. Punto éste que Hal había decidido remediar por su cuenta.

Ante Arik apareció la enjuta figura del Comodoro Drake, el director de la misión.

- Hola Arik. Nos tenías preocupados. ¿Cómo estás?.

- Bien gracias. Hal se ocupa de todo. ¿Fue suya la idea de venir aquí?.

- No únicamente. Verás, hay unas cuantas cosas que no te hemos contado.

- Me lo estaba imaginando, siga.

- La Federación está ensayando una arma definitiva, algo capaz de destruir un planeta entero si fuese necesario.

- ¡Pero si hace años que no estamos en guerra con nadie!. No tenemos enemigos -interrumpió Arik.

- El que no los tengamos ahora no quiere decir que no los tengamos en el futuro. Ya sabes cómo piensan en la Federación. Además el invento no sólo tendrá utilidad bélica, servirá también para destruir asteroides que puedan colisionar con nuestros planetas... y bueno, cosas así.

- Ya, ¿y en qué consiste?.

- Es secreto y de todos modos no te lo podría comentar por aquí. Pero para que te hagas una idea te diré que se basa en la teleportación.

- Es decir, definitivo e instantáneo ¿no?.

- Exacto. Y para probarlo hemos elegido el planeta más estéril de toda la galaxia. Pero antes de destruirlo queremos estar seguros de que no alberga ninguna forma de vida, ni contiene ningún elemento que nos pueda hacer falta, ni que su destrucción provoque un caos en su sistema. Y todo eso, estimado Arik, es lo que estais comprobando Hal y tú.

- Puede que sea el planeta más estéril, pero tiene muchas particularidades. ¿No las habían detectado?.

- Sabíamos que la órbita es anormalmente inclinada respecto al plano ecuatorial de su sol, pero eso es un dato que parecía tener poca importancia. Desconocíamos los otros datos que Hal descubrió. Estamos realizando un volcado de toda la información y procederemos enseguida al análisis.

- Bien, ahora que ya tenemos comunicaciones no hay problema. ¿alguna cosa más?.

- Bueno... -dijo el Comodoro con cara de estar eligiendo las palabras para decir algo poco agradable.

- No sé por qué pregunto -agregó Arik con fastidio.

- Puede que a la vista de las circunstancias la misión se alargue unos días.

- ¡Aaaaaah, no!. ¡Eso sí que no!. Se buscan ustedes a otro y lo traen a esta colonia de vacaciones. ¡Yo me retiro el 23!.

- Tranquilo, sólo es una posibilidad. Te tendremos informado.

Arik hizo como que no veía la mano que le tendía, e instantes después la figura del Comodoro desapareció.

- Hal, ¿se puede destruir un planeta por teleportación?.

- Bueno, parece ser que sí. Se me ocurren varias maneras. La teleportación consiste en hacer desaparecer un objeto de su punto de origen y hacerlo aparecer en su destino. Si eliminamos la segunda parte el objeto desaparece y no vuelve a aparecer, pero eso va en contra del principio de conservación de la materia. Así que todo lo que desaparece de un sitio tiene que aparecer en otro. Se podría solucionar haciéndolo aparecer en el seno de una estrella, o un agujero negro, pero sería costosísimo y muy peligroso. También podrías fijar una esfera, de digamos un kilómetro de diámetro, del núcleo del sol y teleportarla al núcleo del planeta. Ello no afectaría a la estrella y haría estallar el planeta. Pero no es una solución limpia. No estoy segura pero ya estoy trabajando sobre ello.

- Gracias, nos interesa conocer qué demonios están planeando. ¿Sabes?, no me fío de esta gente.

- Y hablando de todo un poco -continuó-, veo que ya has solucionado los problemas orbitales.

- He determinado las pautas pero aún no las comprendo. Verás, la órbita de este planeta es anómala, pero eso ya lo sabíamos. Con lo que no contábamos es que su velocidad es variable.

- Ya, acelera al aproximarse a los puntos focales y decelera cuando se aleja ¿no?.

- Pero no sólo eso, hay otros puntos en los que acelera y decelera sin motivo aparente.

- Bueno, tienes un par de días para resolverlo, si no ya sabes que el enigma desaparecerá con el planeta.

- No me dejas mucho tiempo.

- No es problema mío. Ya has oído al Comodoro. ¿Has averiguado algo de la anomalía electromagnética?. Puede que estén relacionadas, ¿no?.

- Es posible. Mañana comenzaremos a recibir datos en los sensores.

- Bien. Ponme con mi mujer y luego me iré a dormir.

Al cabo de un rato apareció sonriente la figura de su esposa. Le contó por encima los últimos sucesos y, luego de unos minutos, se fue a dormir. A ella le gustaba saber cómo iban sus misiones y con esto de la StarNet podían hablar en cualquier momento.



Día 16



Dormía plácidamente cuando algo le tocó el hombro. Se despertó y vio a Hal inclinada sobre él. Estaba preciosa con su traje de vuelo.

- ¡Qué ocurre Hal! -Era extraño que se materializase sin que él se lo pidiese y si ella había querido hacerlo es que pasaba algo importante.

- Creo que tenemos un problema. Algo está interfiriendo nuestros sensores.

- ¿No funcionan?. ¿Se han averiado?.

- Funcionan perfectamente, pero alguien los interfiere.

- ¿Que quiere decir alguien?. No hay nadie más aquí.

- Ese es el problema.

Hal le explicó los últimos acontecimientos. Hacía una horas que los sensores habían comenzado a trabajar transmitiendo los datos. Se había perforado la superficie para analizar la composición y colocar equipos a distintas profundidades. Se estaban realizando pequeñas explosiones para analizar la estructura de la corteza. Y los datos se estaban enviando al laboratorio, dónde Hal los analizaba y reenviaba a Control.

Lo primero que llamó la atención de Hal fue la gran cantidad de energía que se estaba acumulando alrededor de los vehículos de superficie. Fenómeno que acabó impidiendo que en el laboratorio se siguiesen recibiendo los datos de los sensores.

- ¿No puede ser un fenómeno natural? -preguntó Arik.

- No creo. Cada zona era normal antes de comenzar a trabajar. Sólo poco tiempo después se comenzó a formar un circulo de energía alrededor de cada vehículo de exploración, aislándolos e impidiendo su funcionamiento. He lanzado unas sondas aéreas y he comprobado que los vehículos están intactos, aunque no podemos comunicar con ellos.

- ¿Has mandado estos datos a Control?.

- Sí. Los están analizando. Nos llamarán.

- Bien, pásame los datos al escritorio. Voy a ver qué encuentro.

Pasó el resto de la mañana trabajando con holografías de los vehículos de superficie. Examinando las cargas y el potencial eléctrico que se había desarrollado a su alrededor. Tenía la sospecha de que el planeta había desarrollado una reactividad especial y había respondido a la agresión de los sensores, aislándolos como un animal que enquista el aguijón de la abeja que le ha picado. Mira por donde el planeta más estéril de la galaxia no era el simple trozo de roca que parecía ser.

En el fondo estaba muy contento porque resultaba evidente que la Federación no podría seguir adelante con sus planes. Suspenderían la misión y él regresaría a casa.

Era mediodía, estaba silbando y se estiraba cuando la voz de Hal le anunció que su amiga Verónica le llamaba por StarNet. Le alegró, Verónica y él eran amantes, cyber-amantes mejor dicho. Nunca se habían visto realmente. Habían coincidido un par de veces en la red y se habían hecho amigos, lo otro fue una consecuencia lógica. En la Red no hay las inhibiciones de la vida real, uno tiene menos problemas para contar cosas, para abrirse... Curiosamente, mantener este tipo de relaciones por la Red, nunca le había hecho sentirse infiel respecto a su mujer. Eran dos mundos distintos.

- Perfecto. Apareceré con pantalón de pijama, pelo mojado y una toalla sobre los hombros.

En una nave que se recicla todo era impensable secarse con una toalla y desperdiciar tontamente el agua. No era creíble, pero le apetecía dar esa imagen.

Ante él apareció Verónica con una bata de noche, sentada al borde de la cama. Se levantó al verlo, se abrazaron y se besaron. Ella sintió su tacto de piel húmeda, acarició su pelo mojado e inspiró para captar todo su aroma. Arik supo que la buena de Hal había seguido todas sus instrucciones y además le había puesto colonia.

Toda la nave estaba equipada con dispositivos que permitían este tipo de interacciones normales. Además había una cámara de "intercambio personal" dónde la virtualidad no se distinguía de la realidad. Uno podía hacer el amor, pelearse a puñetazos o cualquier otra cosa, en condiciones sorprendentemente parecidas a las reales.

- Estas más guapa que nunca. ¿Cómo lo consigues?.

- A ti tampoco parece irte mal.

Se sentaron al borde de la cama.

- No creas, últimamente no paro.

- Ya, y por eso no me has llamado.

- Mira, ahora mismo estoy en la otra punta de la galaxia. Me pillas de casualidad.

- Bueno, el caso es que últimamente he pensado mucho en ti. Estoy escribiendo un artículo sobre la exploración espacial y me gustaría contar con tu punto de vista.

- Claro, cuando quieras. Pero ya sabes que soy un astronauta un poco chapado a la antigua. Para mi los viajes espaciales de ahora carecen de romanticismo. Está todo absolutamente programado, no hay imprevistos, no hay lugar para el lucimiento del protagonista. Mira, si te contase en qué consistía la misión en la que estoy ahora te morirías de la risa. ¡Fíjate que creo que se suspenderá porque han aparecido unas cosas con las que nadie contaba!.

- Precisamente es de todo eso de lo que quería hablar. La gente parece haber olvidado el mérito que tenían los astronautas que iniciaron la exploración del espacio hace quinientos años.

La figura femenina de Hal apareció algo detrás de Verónica, lo justo para que ésta no la viese. Le hizo una seña. Algo ocurría. No parecía muy urgente, pero cuando Hal aparecía...

- Preciosa. Te prometo que en cuanto termine esto te ayudaré, pero ahora tengo que dejarte. He de trabajar un rato.

- Si no hay más remedio..., pero que no se te olvide.

- Nunca te olvido -dijo Arik. Y apartó la bata para besarla en el hombro y subir acariciando el cuello con la punta de la lengua hasta la oreja. Cuando la imagen de Verónica desapareció, sonreía y tenía el vello de punta. Otro día pasarían a la cámara personal.

- Bien, oportuna -dijo a Hal-, espero que sea importante.

- Lo es.

Temía esa respuesta.

- Arik, algo ha destruido tres de los vehículos de superficie.

- Explícate.

- La especie de burbuja electrónica que tenían a su alrededor parece haberse estrechado sobre ellos hasta desintegrarlos. Era un auténtico campo de fuerza.

- ¿Y los otros?.

- Los otros parecen estar bien, aunque sigo sin poder tener control sobre ellos.

- ¿Qué hacían los vehículos destruidos?.

- Colocaban cargas explosivas bajo la superficie. Provocamos ondas sísmicas para estudiar la estructura subterránea en profundidad.

- Ya, ya conozco el mecanismo. Y los otros vehículos, los sensores pasivos, no han sufrido daños, ¿no?.

- Aparentemente no.

- Hal, ¿no te das cuenta?. Ha sido un acto defensivo. Este planeta parece haber desarrollado un mecanismo reactivo contra las agresiones externas. Se ha defendido de nosotros. Ha hecho lo mismo que cualquiera al que le pica un mosquito... matarlo.

- Lo mismo que cualquiera que esté vivo.

- Hal este planeta es muy particular. Hay muchas cosas que desconocemos.

- Hay... otra cosa.

Este tipo de anuncios ya no le hacían tanta gracia como ayer.

- Detecto una inusitada actividad eléctrica alrededor del laboratorio. Lo que sea parece habernos relacionado con los vehículos de superficie.

- ¡Estamos listos!. ¿Cuánto tiempo nos queda hasta quedar aislados?.

- El proceso no es muy rápido. Tal vez seis horas.

- Bien, intentemos ganar tiempo. Traslada el laboratorio al valle y ponme en contacto con Control.

Al cabo de unos minutos estaban en una nueva ubicación y la figura del Comodoro Drake ocupaba el centro de la estancia.

- ¿Qué opina de todo esto, Comodoro?.

- Sólo tenemos incógnitas. Tu teoría es interesante pero no tiene ningún fundamento.

- ¡A la mierda los fundamentos!. Sea un proceso natural o motivado por algún tipo de inteligencia, este jodido planeta se está defendiendo de nosotros. ¡Y lo bueno del caso es que lo está haciendo con razón!.

- Arik, cálmate. Nosotros tampoco descartamos ninguna posibilidad. Estamos barajando todas las explicaciones, pero necesitamos tiempo.

- ¡No tenemos tiempo!.

- Ya lo sé. De momento os sacaremos de ahí. El campo de fuerza que se forma a vuestro alrededor no es el único problema con el que os enfrentáis.

- ¿Qué más pasa?.

- Hemos descubierto que las perturbaciones de la velocidad orbital están relacionadas con una nube de polvo y rocas que el planeta atraviesa.

- ¿Me está diciendo que nos veremos envueltos en una tormenta de arena, o en una lluvia de granizo del tamaño de un huevo de avestruz?.

- Probablemente las dos cosas, no estamos muy seguros. De todos modos no lo verás. Estamos pasando a Hal los detalles de un último experimento que queremos que haga y os sacaremos de allí antes de que empiece el jaleo.

- Eso espero. Seguiremos en contacto.

Se dieron la mano y se cortó la comunicación.

- Hal, ¿qué experimento quieren hacer ahora?.

- Quieren que le pase al planeta un test de inteligencia.

No era una broma. Hal estaba ya transmitiendo secuencias de impulsos, descargas de distintos tipos... Toda la batería de pruebas que se utiliza habitualmente en los procesos de búsqueda de seres inteligentes. Si el planeta estaba de algún modo vivo, probablemente sería una forma primitiva que, cómo el había supuesto, se defendía por actos reflejos. Pero no se podía descartar ninguna posibilidad.

Lo que sí es cierto es que no se podían considerar los últimos sucesos como hechos aislados, así que empezó a relacionar. Si el planeta estaba vivo, necesitaría energía para las funciones vitales que fuesen. La fuente principal de energía parecía ser el sol, pero eso no parecía suficiente en este caso. Probablemente la desviación de la órbita tuviese que ver con un proceso para maximizar el rendimiento energético. Igual que los anómalos cambios de velocidad. Según había comprobado el planeta deceleraba cuando pasaba por la nube de materia y comenzaba a acelerar cuando terminaba de pasarla. Si pasar por esta nube le suponía un suministro energético, era lógico que aprovechase al máximo el tiempo que estaba en ella y luego se apresurase para volver a "comer".

Estaba desvariando. La soledad y el hablar sólo con un ordenador estaban mermando su capacidad de percibir la realidad.

- Hal, ¿cómo afecta pasar por esa nube de rocas al balance energético del planeta?.

- Puede ser una gran aportación. Calculo que primero se producirá un efecto de rozamiento que cargará electricamente la superficie. Y segundo las rocas al caer liberarán una gran energía. Las rocas grandes serán como bombas nucleares. Si este planeta te parece inhóspito, tendrás que verlo dentro de unos días.

- Espero que no. Pero, si estuviese vivo ¿toda esa energía sería suficiente para cubrir sus necesidades?.

- No lo sé. No sé cuales son esas necesidades. ¿Pensar?, ¿hablar?, ¿sentir?, ¿amar?... Es la primera vez que me planteo semejante hipótesis. Estoy algo desconcertada.

- Bien, sigue con tus pruebas. Avísame en cuanto sepas algo.

Si hubiesen descubierto un nuevo ser vivo ¿cómo les afectaría eso?, ¿cómo afectaría al resto de razas conocidas?. ¿Era el primer caso o se habrán detectado otros precedentes?. ¿Que pensaría la gente de que su planeta pudiese actuar por su cuenta?...

Una violenta sacudida le sacó de sus meditaciones. Probablemente una roca había caído cerca de ellos.

- ¿Qué ha sido eso?.

- Estamos decelerando -contestó Hal.

- ¿Qué?. Faltan días para llegar a la nube.

- Lo sé, pero deceleramos.

Las sacudidas continuaban. Se veía zarandeado de un sitio a otro del laboratorio.

- ¿Cómo lo hace?.

- Manipula las fuerzas de gravedad, cambia la polaridad magnética, aprovecha que su órbita en este momento cruza la del planeta vecino y parece como si se agarrase a él. Es muy complicado. Voy almacenado todos los datos que puedo.

- ¡Exterior! -gritó Arik.

Las paredes se desvanecieron y pudo contemplar cómo todo el paisaje hasta el horizonte se agitaba violentamente.

- ¡Daños!.

- Ninguno -respondió Hal-. Pero el laboratorio no está preparado para soportar un terremoto continuado. Confío en que cuando pasemos la órbita del planeta vecino la velocidad se estabilice.

- No podemos estar todo el día así. Avisa a Control para que nos saque de aquí.

- ¿Te he comentado que no tenemos comunicaciones?.

- Hal, te quiero mucho, pero recuérdame que cuando lleguemos revise tu sentido del humor.

- No podré restablecerlas hasta que se estabilice la velocidad.

- Ya sé, ya sé, lo de las coordenadas y todo eso. ¿No podíais haber pensado antes este tipo de problemas?.

- Es la primera vez que ocurre algo así. Una contingencia imprevisible.

- Excusas.

- Arik, se está formando un campo de fuerza a nuestro alrededor.

- ¡Lo que faltaba!. ¿Podremos partir antes de que nos aprese?.

- No lo sé. No podré hacer nada hasta que la órbita se estabilice.

Lo cual no parecía que estuviese a punto de ocurrir, a juzgar por los saltos que daba todo el laboratorio. Cada vez le quedaban menos dudas sobre la inteligencia del planeta. Parecía haberles tendido una trampa. Estaba seguro de que la órbita no se estabilizaría hasta que el campo de fuerza estuviese completamente cerrado a su alrededor. Cosa que así fue.

- Arik, estamos aislados.

- ¿Ningún contacto?, ¿comunicaciones?, ¿nada?.

- Nada. Puedo determinar nuestra posición, pero no podemos atravesar el campo, no podemos salir ni comunicarnos con el exterior.

- ¿Qué has averiguado sobre el planeta?.

- Creo que tenías razón. Está vivo. He descubierto una gran cantidad de sustancias piezoeléctricas. Los bombardeos periódicos con rocas producen también grandes presiones que provocan descargas eléctricas en estas sustancias. Arik, este planeta normalmente está en reposo, pero cuando despierta, su actividad eléctrica es casi cerebral. Este planeta es una gigantesca mente.

- ¿Cómo puede ser eso posible?.

- No lo sé. Piensa en el tejido cerebral. Millones de neuronas interconectadas que intercambian pequeñas descargas eléctricas. Un fenómeno físico perfectamente estudiado, del que nadie sabe como surge la actividad mental. Parece que de la misma manera este planeta un buen día arrancó a pensar.

- Hal, te tienes que comunicar con él, ¡y rápido!.

- No es fácil. El principal problema es que nos identifique como seres inteligentes. Somos muy distintos, es probable que sólo nos considere una molestia.

- Inténtalo, no sólo es nuestra supervivencia, también es la suya.

- Lo estoy haciendo. He detectado que en sus períodos de actividad se intenta comunicar con los planetas vecinos. Intento identificar sus pautas para ponerme en contacto con él.

- ¿Le ha respondido alguno?.

- Creo que no, pero hay uno que parece receptivo.

Esto era una locura. Les tenía atrapados un planeta que no los consideraba seres inteligentes y que intentaba comunicarse con otros planetas. ¿Podría ser una revolución planetaria?. ¿Sería posible despertar las conciencias de los demás cuerpos celestes creando un universo vivo?. ¿Qué sitio tendrían en él los pobrecitos seres orgánicos basados en la química del carbono?. Aunque no podía comunicarse con ellos, sabía que en Control se estaban haciendo esas mismas preguntas y estaba seguro que las conclusiones a las que llegasen no serían demasiado buenas para él.

Día 17




- Arik -llamó Hal. Se había quedado dormido. El holograma estaba de pie a su lado y sonreía ampliamente. Sólo esperaba malas noticias, pero no creía que nada pudiese empeorar más.

- No es posible que haya muerto. Tú no estarías en mi cielo.

- Lo he conseguido. Estamos en contacto. De manera rudimentaria pero hablamos. Estoy aprendiendo su lenguaje, por llamarlo de alguna manera. Es ideográfico y a base de sensaciones. Nunca ha hablado con nadie, no conoce palabras.

- Convéncele para que quite el campo de fuerza, dile que cuando nos podamos comunicar con los nuestros le podremos ayudar, dile...

- Tranquilo -interrumpió Hal-. No puedo decir todo eso, son ideas muy complicadas, tengo que transmitirle sensaciones simples.

- Vale, pero asegúrate de que no nos destruirá.

- Bien, pero llevará un buen rato. Su tiempo es distinto del nuestro. Tiene millones de años y en cambio es un niño. Su "organismo" está enormemente ralentizado y pasa grandes períodos de tiempo como en hibernación para ahorrar energía. Llevo unas horas en comunicación con él y me temo que lo estoy agotando.

- Sigue haciendo lo que puedas y tenme informado. Cuando tengas posibilidad de comunicación pásame con Control.

- Arik, hay algo que creo que debo decirte.

- Ya sé que no tenemos comunicaciones.

- No es eso. Cuando me pasaron las últimas instrucciones hicieron especial énfasis en que averiguase si nos estábamos enfrentando a algún tipo de inteligencia, si se podía comunicar y en caso positivo, que repercusiones podría tener sobre el resto de la ecología universal.

- Me parece lógico.

- Creo que a la vista de las circunstancias se proponen destruirlo.

- No creo. Es normal que sean muy cautos hasta saber con qué tipo de amenaza se enfrentan. Mantendrán el caso en secreto. No nos haremos famosos por nuestro descubrimiento. Aislarán la zona y mandarán gran cantidad de equipo para estudiarlo, pero no lo destruirán.

- Me temo que la decisión está tomada. Creo que no es el primer caso que se encuentran. No parece que nuestra misión aquí haya sido casual. Las instrucciones que me dieron fueron extremadamente precisas. No me informaron del objetivo de las investigaciones, no necesitaban hacerlo, pero no hubiese podido comunicarme tan rápidamente con el planeta si no me hubiesen facilitado unos protocolos determinados.

- No pueden ser capaces de destruir un forma de vida inteligente que, en principio, no presenta ninguna amenaza.

- Creo que ya lo han hecho en otras ocasiones. Estoy examinando mis bancos de datos. Puede que algunos de los últimos experimentos de terraformación y modificación de planetas tenga que ver con casos como el nuestro.

- Míralo. Cuando estés segura me lo dices. No podemos consentir una cosa así.


¡Qué fregado!. ¿Cómo se podía meter en un jaleo semejante justo cuando estaba a punto de retirarse?. Retirarse... ¡Esto sí que iba a ser un retiro sonado!.
Se sorprendió de su actitud. No tenía miedo ni dudó un momento de la decisión a tomar. Estaba renunciando a todos sus proyectos, al futuro cómodo y tranquilo que le esperaba, a su mujer, a los hijos que esperaba tener, a los nietos a los que contar su increíble aventura...


- Hal, ¿qué posibilidades de supervivencia tenemos?.

- La energía está asegurada durante un año. Los recursos biológicos dependen del reciclaje. Con seguridad otro año.

- Si se deciden a destruirnos, ¿podremos eludir el ataque?.

- Aprovechando los medios de Buscador podemos variar aleatoriamente la velocidad de traslación y incluso la trayectoria orbital. No podrán ubicarnos durante tiempo suficiente para efectuar la teleportación de lo que sea.

- ¿Aprovechando los medios de quién?.

- El planeta se llama a sí mismo algo que se podría traducir como "el que busca en la oscuridad".

- ¡Qué romántico!. Envíale mis saludos.

- De momento, piensa que sólo soy yo. Le voy dando informaciones muy poco a poco.


¡Vaya compañía!. Un ordenador y un planeta impresionable. Menos mal que Hal podía dominar este tipo de situaciones.
Pero ahora lo importante era asegurarse el futuro. Por lo menos el planeta ya no parecía considerarlos como una amenaza. Tenían que aguantar hasta que el resto del universo los aceptase. No parece que en un año pudiesen cambiar tanto las cosas. De todos modos no sería tan grave si podían mantener un mínimo control sobre velocidad y trayectoria. En la próxima órbita se acercarían lo más posible al sol, aprovechando la fuerza centrífuga y salir disparados fuera del sistema. Eventualmente harían reajustes de trayectoria para evitar ser localizados. Conociendo estos datos Hal podría calcular su posición en todo momento y podrían desplazarse con el laboratorio a cualquier sitio a buscar provisiones o lo que necesitasen y luego regresar. A su velocidad calculó que tardarían unos 150 años en llegar a la estrella más cercana, la podría ver si se hibernaba, pero ahora lo que más ilusión le hacía era intentar comprender al nuevo ser que habían descubierto.

Día 18



Hal se pasaba el día hablando con Buscador. Le había convencido de sus buenas intenciones. Aún no había retirado los campos de fuerza, pero lo haría, simplemente era un problema de coordinar el tiempo. El planeta no tenía prisa. Le costaba asimilar un ser tan diminuto. De momento no sabía que eran dos y que el laboratorio era su casa, porque él no tenía una idea para casa. Cuando le explicase que, de los dos que le hablaban uno era un ser vivo y el otro no, Arik estaba seguro de que asimilaría que el ser vivo era el ordenador y él un simple instrumento. Un planeta de rocas tendría menos problema en relacionar como un ser vivo semejante a él, a algo que es de metal, plástico y silicio, que a una frágil estructura de materia extremadamente blanda y desconocida. Confiaba que Hal le enseñase rápidamente el concepto de tolerancia.


- Buscador dice que vamos a entrar en la nube de rocas.

- ¿No faltan aún varios días?.

- El último ajuste de órbita aceleró el proceso.

- ¿Cuándo entraremos entonces?.

- Él dice que es inminente. Calculo que será mañana a partir de las 13:00.

- ¿Qué posibilidades tenemos de sobrevivir si permanecemos aquí?.

- En las condiciones actuales ninguna. Él no lo entiende. No comprende que la lluvia de rocas nos pueda destruir. De hecho la quiere compartir con nosotros.

- Dile que libere el campo de fuerza. Nos iremos y volveremos cuando pase la nube.

- No es tan fácil. Se mueve muy lentamente. No habrá terminado de liberar el campo antes de atravesar la nube.

- Entonces calcula la intensidad que habría de tener el campo para protegernos de la lluvia y dile que lo refuerce hasta alcanzar esa intensidad. Y explícale como quieras que si no lo hace sus nuevos amigos morirán de un empacho.


Hal examinó la memoria del planeta para hacerse una idea real de cómo sería la lluvia de rocas. Examinó el espacio. Estudió la composición de la nube. Calculó masas y velocidades. Tradujo a energía. Y logró explicar a Buscador qué necesitaban para poder compartir con él las rocas. Tuvo la sensación de que el planeta se sentía feliz de ayudarles.
Entre los dos modificaron el campo de fuerza que envolvía al laboratorio. Éste se situó en posición estacionaria a ciento cincuenta metros sobre la superficie del planeta. Así esperaron la llegada de la lluvia.

Días 19, 20, 21 y 22



Hal le aseguró que no tenía nada que temer, pero Arik estaba temblando. Las paredes del laboratorio eran transparentes y el campo de fuerza no se veía. Tenía la impresión de estar flotando en el aire mientras veía acercarse una informe masa grisácea que le recordaba un inmenso enjambre de abejas.

Primero se vieron envueltos por una especie de tormenta de arena que producía un zumbido aterrador. Entre la arena que caía y el polvo que se levantaba no podía ver nada, así que le pidió al ordenador que filtrase las imágenes y sólo le ofreciese los fragmentos de más de un metro. La imagen se clarificó repentinamente, justo a tiempo para ver una gran roca que caía en el horizonte. Calculó que habría levantado una gran cantidad de materia, formando un hongo parecido al de una explosión nuclear, pero como Hal filtraba las imágenes sólo pudo ver volar los fragmentos más grandes, en una escena tremendamente irreal. No había atmósfera, así que las rocas no se ponían incandescentes ni dejaban una estela de fuego tras de sí.

Inmediatamente se fijó en una montaña que venía girando hacia ellos como en cámara lenta. No había campo de fuerza que resistiese semejante impacto directo. Pero no sentía miedo, fascinado como estaba por la impresionante belleza de la escena que vivía. La montaña cayó a varios kilómetros de ellos, pero con semejantes tamaños perdía la noción de las distancias. Pudo ver claramente el impacto, cómo se fundían las rocas por el calor liberado. Pudo oír un ruido ensordecedor y terrible. Vió formarse un cráter y luego rellenarse por la materia que seguía cayendo.

Perdió la noción del tiempo y la capacidad de asombro. Se sumergió en un sueño irreal y se dejó llevar por las sensaciones.

Permaneció como en estado catatónico los tres días que duró la lluvia. Luego por fin se rindió a la fatiga y estuvo dormido un día entero.

Día 23



Cuando despertó vió a Hal sentada al borde de su cama.


- Hola Hal. Ha sido maravilloso ¿eh?.

- Increíble. Lo tengo todo grabado y estoy analizando los datos.

- ¿Y Buscador?.

- Podría decir que descansa. Si sólo comieses una vez al año, ¿como estarías tú nada más terminar el postre?.

- ¿Tenemos ya comunicación?.

- Sí, he pasado los datos a Control. Querían hablar contigo pero he preferido no despertarte.

- Eres un encanto -se incorporó y le dió un beso-. Ponme con ellos y mientras tanto localiza a mi mujer.

- Arik, te prevengo que no parecen atenerse a razones. Les he explicado nuestros progresos, que nos comunicamos, que Buscador nos está ayudando... Creo que siguen con la misma idea.

- Bueno, no tengo ganas de discutir. Envíales un holograma mío explicándoles que no tengo ninguna intención de abandonar este planeta hasta que esté asegurada su supervivencia. Y que haré pública su historia si no lo hacen ellos. Hazme parecer muy enfadado. Y ahora ponme con mi mujer.


Su mujer tenía los ojos llorosos y le miraba con sorpresa e incredulidad.


- ¡Cariño!. ¿Eres tú de verdad?.

- Claro pequeña -le dijo abrazándola-. ¿Por qué lloras?, ¿no estás contenta de verme?.

- ¡Oh, Arik!. Me acaban de decir que has muerto.

- ¿Quién te ha dicho eso?.

- El Comodoro Drake llamó hace unos minutos. Y las noticias dicen que el planeta en el que estabas estalló en pedazos antes de que pudieses abandonarlo. Imagínate, ¡el día de tu cumpleaños!.

- Mi cumpleaños... cariño, lo había olvidado. No te preocupes, no pienso morirme semejante día.


Le contó someramente lo que había pasado. No le dió muchos detalles por su propia seguridad. Pero le explicó que no podría volver hasta que reconociesen su error y rectificasen la noticia.


Luego, abrazados como estaban, pasaron a la cámara personal y se amaron. Con mucha intensidad y sin precipitaciones. Lamió cada centímetro del cuerpo de su mujer, paladeando su sabor, embriagándose con su olor, empapándose con su sudor, sumergiéndose en su calor... Atesoraba sensaciones con la vehemencia del que sabía que quizás fuese la última oportunidad para hacerlo.

Luego, con lágrimas en los ojos, se besaron y se despidieron sin un adiós y con un "¡Te quiero!" que todavía le resonaba en los oídos cuando su mujer desapareció.

Tardó unos minutos en reaccionar, pero al final su entrenamiento de astronauta se impuso sobre sus emociones.


- ¡Hal, nos vamos! -dijo saliendo de la cámara. Se quedó boquiabierto en la puerta. Hal sostenía una tarta de cumpleaños llena de velitas y a su lado había un niño de unos diez años.

- ¡Feliz cumpleaños! -dijeron a coro.

- Arik, te quiero presentar a Buscador. Que por cierto, dice que ya encontró lo que buscaba y se quiere cambiar el nombre.


Arik se acercó muy lentamente al niño. Lo tomó en sus brazos y lo besó. Sabía que era un holograma y también sabía que Hal traduciría esta expresión de afecto para que Buscador la entendiese.


- ¡Hola pequeño!. Tenía muchas ganas de conocerte. Has tenido suerte, Hal conoce el significado de todos los nombres en cada una de las lenguas del Universo. Encontraremos alguno que te guste.

- ¿Como puedes ser tan mayor con tan pocos años? -dijo el niño.


Arik no pudo contener la risa. Miró a Hal, que le devolvió una expresión que indicaba claramente que traducía lo mejor que podía. Nunca era tarde para enfrentarse a la sinceridad infantil.


- Es una larga historia que te prometo que te contaré. Pero ahora tengo que soplar las velas. ¿Cuántas hay Hal?.

- Cuarenta y una.

- Negativo. Son treinta y once. A partir de ahora tenéis que emplear esta notación para referiros a mi edad.

- Arik, empleo el sistema binario para contar y luego lo expreso en base diez. No puedo decir treinta y once de ninguna de las dos maneras.

- Muchacha, las matemáticas no lo son todo -apagó las velas de un soplido. Y siguió, mirando al infinito y poniendo voz trascendente:

- Scotty, quiero máxima potencia en los impulsores. Uhura, comunique al Mando Estelar que partimos y que ni piensen en seguirnos. Señor Zulu, avante a toda. Señor Spock... tengo la corazonada de que nos vamos a divertir en este viaje .

- ¿Qué dice? -preguntó el pequeño.

- Cita a los clásicos, ya te acostumbrarás. Significa que está contento -contestó Hal.

- ¿Qué cuchicheáis vosotros dos?.

- Nada, sólo que .... no cree que seas una buena compañía y no está seguro de poder pasar contigo ni un millón de años.

- Tranquilízale, dile que esto sólo me durará 40 ó 50 años más. Luego prometo contenerme.

¿ F I N ?

El Observador

Rheim se sentía triste y, curiosamente, solo. Hacía mucho tiempo que no tenía ninguna compañía, pero ahora su tarea había terminado. Rheim era, había sido hasta entonces, el "Observador de la Nueva Humanidad". Los suyos le habían designado antes de irse hacia los límites de la estrellas.

Los antepasados de Rheim fueron humanos, los últimos humanos de su estirpe, una estirpe que se extinguió hace algunos años, hace algunos miles de millones de años... Lo aprendió en su infancia.

Siguiendo el curso evolutivo de la vida sobre la Tierra, la raza humana se convirtió en la especie predominante del planeta. Poco a poco fue desarrollando su inteligencia y tecnología. Su dominio sobre el planeta se fue haciendo cada vez más patente. Muchas veces las cosas se escaparon de las manos de los hombres, pero nunca había sido irremediable, pues hasta entonces nunca habían tenido demasiado poder. Al ir adquiriendo más capacidad, sus equivocaciones se fueron haciendo importantes. Se tomaban medidas para evitarlas, aunque se seguían teniendo fallos, algunos cruciales..., el último irreparable.

Con fundadas esperanzas se iniciaba la exploración espacial, cuando en la Tierra la máquina de la guerra fue puesta en marcha. Se tenía tanto miedo a que esto ocurriese... Se habían tomado tantas precauciones para evitarlo... Un error desencadenó todo. Una secuencia de errores que era imposible que sucediesen. Pero sucedieron. Se vaciaron los arsenales sin que nadie, casi nadie supiese por qué.

Cuando esto pasaba, los antepasados de Rheim vivían bajo el mar. Eran una comunidad de científicos que pretendían demostrar que su colonia submarina era totalmente autosuficiente. Una experiencia piloto. Un experimento de insospechados resultados..

Las consecuencias de la catástrofe se notaron más tarde bajo el mar y la colonia tuvo algún tiempo para prepararse. Fue difícil, pero sobrevivieron. Fueron los únicos.

Poco a poco la erosión fue borrando toda huella de vida. Los restos orgánicos desaparecieron primero. Las construcciones humanas tardaron muchos años más, pero ya el tiempo no tenía importancia.

Los científicos de la colonia se preocuparon primordialmente de su propia supervivencia, que fue muy incierta durante los primeros años. Cuando ésta estuvo asegurada estudiaron el futuro del planeta, pues tenían consciencia de ser los únicos seres vivos sobre él. Tomaron la difícil decisión de progresar sin intervenir en los procesos que acontecerían en la Tierra. No la repoblarían, dejarían que la vida volviese a surgir por sí sola. Ni ellos, ni sus hijos, ni los hijos de sus hijos lo verían, pero sus descendientes serían testigos de un fenómeno que siempre había suscitado la curiosidad humana. Su nueva tarea consistía ahora en prepararse para la aparición de la vida y seguir su posterior evolución.

La radioactividad fue desapareciendo. La superficie de la Tierra cambió notablemente de aspecto. Las lluvias fueron arrastrando todo tipo de materia al mar, convirtiendo la superficie terrestre en un yermo desierto y el mar en un oscuro y espeso líquido. Las reacciones químicas que proliferaban en su interior fueron produciendo moléculas de complejidad creciente y, mucho tiempo después, (si Oparin y Haldane hubiesen podido verlo...) las primeras protocélulas comenzaron a reproducirse. La vida apareció y evolucionó siguiendo los pasos que marcaba la historia con curiosa exactitud.

Los descendientes de los científicos no se sorprendieron demasiado, pues las condiciones habían vuelto a ser casi las mismas y la evolución siguió cursos parecidos. Tanto es así que la especie predominante volvió a ser humanoide.

Para entonces Rheim ocupaba ya su puesto de observador. Su propia raza había evolucionado mucho, dominaron la ciencia, vencieron la enfermedad y aprendieron a prescindir de la materia. Ahora los humanos de la estirpe de Rheim eran energía pura y se expandían por un universo sin límites para ellos.

En la vieja Tierra sólo quedó Rheim. El vio evolucionar la vida, asistió al nacimiento de estos nuevos seres humanos (¡tan parecidos a los anteriores!), orgullosos de sí mismos, convencidos de su perfección... Vio cómo progresaban, cómo sucumbían a la tentación de la guerra y vio cómo una vez más caían en los mismos errores que les llevaron a la destrucción total.

Rheim tuvo tentaciones de actuar para evitarlo, pero no lo hizo. Su deber era observar sin intervenir. Además no hubiera servido de nada.

El Sol, la fuente de la vida en el planeta, llegaba al fin de su ciclo. El hidrógeno se agotaba en favor del helio. La temperatura del núcleo alcanzaba valores que fundían la misma estrella, calcinando toda su cohorte de planetas y con ellos las esperanzas de los supervivientes de la Tierra. El Sol se convertía en una "gigante roja" que haría las delicias de quién pudiese observarlo desde lejanos cielos.

Rheim se sentía solo. Había sido testigo del fin de una civilización. Los resultados habían sido comunicados. Su trabajo había terminado.

Hacía mucho tiempo que sabía lo que haría en estos momentos. Si él había estado observando cómo se desarrollaba la vida en la Tierra, bien podría haber existido una raza anterior que les hubiese investigado a ellos. Una raza que como ellos hubiese tenido su origen evolutivo en la Tierra, pero que se hubiese desarrollado en su plenitud fuera de los límites materiales. Una raza que les llevaba miles de millones de años de adelanto y de la que tendría mucho que aprender.

En su mente resonaban unos versos que no recordaba haber aprendido:

"Todo lo que es, ya ha sido.
Todo lo que ha sido, será.
Todo lo que será, ya fue." (1)


Rheim emprendió su búsqueda sabiendo que tenía toda la eternidad por delante.

(1) Del Eclesiastés.

LinkWithin

Related Posts with Thumbnails